Hace 22 años, como miembro de la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Cantabria, visité, junto con mi Decano y compañeros de Junta, el Colegio hermano de Barcelona, por invitación del entonces Presidente del CGAE. Sentí, por primera vez, la fascinación de su inigualable Biblioteca, cené en el patio de columnas, y recibí de mis colegas el trato que se dispensa a aquellos con quienes se comparten los afectos, la profesión, la vocación… Y recibí también el grabado conmemorativo de los 700 años de vida de la abogacía catalana que, en cuanto llegué a Santander, mandé enmarcar y cuelga, desde entonces, en la pared de mi despacho, como recuerdo de lo que somos, más que de lo que hacemos, allá donde los abogados estemos. O seamos. Y desde entonces el trato cercano y cálido no se ha interrumpido nunca: Xavi, Director de la Escola de Sabadell, a quien tanto deben todas las Escuelas de España; Jaume(a), Director y luego Decano de Figueres que nos enseñó a amar la bahía de Roses, como luego amaron la de Santander; Carles, Marta, Oriol, Carme(a), … no podría citarles a todos. Ahora que salgo del Despacho para ir a casa a comer no sé qué dirán los periodistas en los informativos. No sé qué estará ocurriendo hoy, ni qué pasará esta tarde, ni mañana. Pero siento una enorme nostalgia. Una melancolía azul como la de la película de Lars Von Trier en la que cada fotograma de Kirsten Dunst es inquietante y cada mirada recuerda a la campana que ya no se oye. Donde estéis, donde vayáis, todos los responsables de las Escuelas de Práctica Jurídica de Mataró, Tortosa, Granollers, Lleida, Reus, Terrassa, todos, tots, mi corazón va con vosotros porque nunca os dejaré de querer. Y qué inmensa alegría si os quisierais quedar.
Abogados en Santander, Cantabria. 2018
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