La semana empieza así: agridulce. En primera instancia se ha desestimado nuestra pretensión de nulidad de un testamento. Contábamos con los informes favorables de una especialista en valoración del daño personal y el de una prestigiosa neuróloga que, a la luz de la historia clínica de la causante y en aplicación del “Documento de Sitges”, que concita el consenso de la Sociedad Española de Neurología, consideraba a la testadora carente de facultades suficientes para el otorgamiento. Y sus dictámenes venían respaldados por el emitido después por otro prestigioso neurólogo, que intervino como perito de designación judicial. La sentencia, en cambio, aplica el principio de conservación del negocio y la prevalencia del juicio de capacidad del notario, con fundamento en las testificales de las personas allegadas a la fallecida. Estamos estudiando las posibilidades de recurso.

De otro lado, la Audiencia Provincial ha confirmado la desestimación del incidente promovido por un acreedor que impugnaba el plan de liquidación en el concurso de nuestro cliente, persona física, y le ha impuesto las costas.  Es un azucarillo que no nos consuela de la agria noticia anterior, pero así es la vida del abogado. Un síncope crónico.